"Nos quitaron tanto que acabaron quitandonos hasta el miedo"

Gloria Vázquez, presidenta de Ve La Luz entrevistada por Jesusa Ricoy.

Me he ofrecido a entrevistar a Gloria Vázquez, presidenta de la Organización Ve La Luz, para FiLiA.

Me pregunto si el nombre de Ve La Luz es también un juego de palabras con vela y con velar, tengo muchas preguntas además de esta, preguntas que he reflexionado desde mucho antes, desde el 8 de Marzo para ser más concreta, cuando me llegaron noticias de que había un grupo de mujeres haciendo huelga de hambre en La Puerta del Sol en Madrid. Qué valientes, pensé en su momento.

La vida o el destino han querido que pueda preguntarlo todo directamente, pero para cuando Gloria aparece en mi pantalla por Skype ya estamos hablando de violencia de género, desde el minuto uno.

Ella se disculpa por no haber podido hablar conmigo antes por el gran volumen de trabajo que han tenido a raíz del caso del que toda España habla, el caso de Juana Rivas.

Juana Rivas es una mujer que huyó con sus hijos, decidiendo no presentarse a devolverlos a su padre, quién había sido denunciado e imputado por malos tratos hacia ella. Rivas desapareció 28 días siendo acusada de secuestro internacional de menores.

Ha sido un caso muy público que ha dividido España entre organizaciones feministas y mujeres que apoyan la huída de Juana y las plataformas neomachistas y hombres que apoyan al marido e intentan desprestigiarla a ella. No creo oportuno entrar en debatir este caso en este artículo,  y además Gloria me recuerda que en España hay muchas Juanas, muchos casos de este tipo, incluido el de su compañera Sara Estrada.

Lo que estos casos evidencian es uno de los muchos problemas por los que lucha Ve La Luz, que el sistema legal en España tenga en cuenta el comportamiento violento de estos hombres a la hora de dictar regímenes de visita y otras estipulaciones similares.

Un eslogan que se repite a menudo en las redes sociales feministas en España es: “Un maltratador no puede ser un buen padre”.

Gloria me cuenta como los hombres que son violentos hacia sus mujeres, muy a menudo lo son también con sus hijos/as, o cuando menos los utilizan como herramienta para perpetuar el abuso y control de sus mujeres.

También me recuerda los muchos casos en los que las criaturas han sido asesinadas durante visitas estipuladas por la justicia.

Para Gloria estas historias, que la mayoría de nosotras leemos con horror en la prensa, forman parte de su cotidianidad. Son la esencia de su activismo y la razón de sus huelgas de hambre.

En una ocasión Gloria al acabar una huelga de hambre se enteró de que una niña de 7 años con evidencias, más que suficientes de abuso paterno, iba a ser enviada por dictamen judicial de vuelta con su padre, pese a la evidencia y los ruegos maternos. Gloria sin pensarselo dos veces empezó otra huelga de hambre.

Se encoge de hombros ante mi cara de asombro y horror, como queriendo decir: ¿Y qué otra cosa puedo hacer?

Pero añade con una gran sonrisa, que tiene el gusto de decirme que hoy en día esa niña está en un entorno seguro y atendida por psicólogos.

Gloria transmite una sensación de urgencia y falta de miedo que impresionan.

Le pregunto sobre la huelga de hambre que yo conocí, la de Puerta del Sol (ha habido 4 hasta ahora). Me interrumpe para contarme que a la prensa le explicó varias veces que no era una huelga de hambre si no una visibilización de las miles de huelgas de hambre a las mujeres maltratadas son condenadas por un gobierno que tan sólo otorga ayudas a un 26% de las víctimas.

Me dice: “Es que yo no puedo entender que les incomodaramos 8 de nosotras porque estábamos en una plaza pública sin comer y no los miles que están en casa diluyendo la leche con agua porque no tienen dinero o las que dejan de comer para dárselo a sus hijos” .

Añade indignada: ¡Esas no importan, no molestan, porque no se ven!

Me paro, y vuelvo a coger aire y apunto esto último para que no se me olvide.

Volvemos a la huelga de Madrid, y Gloria me cuenta cómo se sintieron defraudadas por muchos, por políticos y por figuras relevantes, pero nunca por la gente de Madrid. Me dice que no lo podrían haber hecho sin todas esas personas que les apoyaron.

“Hacía mucho frío” me relata. “La Puerta del Sol es un sitio muy grande pero no hay aseos”.

Me cuenta entre bromas como, durante una huelga de hambre, si intentas tomar algo el cuerpo lo evacua inmediatamente con diarrea. “La gente nos traía sobrecitos de azúcar, pero el cuerpo no lo tolera”

Me dice: “La gente de Madrid nos ofreció sus casas, sus cuartos de baño, nos dieron mantas, azúcar y calor humano con su apoyo.

Esto último, me cuenta, es algo que echó a faltar en muchas conversaciones que tuvieron en los foros políticos.

La miro y la escucho repetir, lo que como activista sé, que habrá repetido un millón de veces con la única esperanza de poder resolverlo y dejar de repetirlo, imagino que con la necesidad apremiante de que alguién que te escuche lo vea tan claro como tú.

Y le pregunto: “¿Tienes miedo?”

Me contesta citando una frase que las dos hemos visto circular en las redes: “ Nos quitaron tanto, que acabaron quitándonos hasta el miedo”. Me pregunta si la conozco y mientras asiento con la cabeza, me dice: “Pues eso”.

Pero se paga un precio muy alto por todo lo que Gloria está haciendo por nosotras, por nuestras hijas, por nuestros hijos, por el futuro de las mujeres en definitiva.

Se ha mudado de casa en más ocasiones de las que recuerda, le han pinchado las ruedas del coche infinidad de veces, y le han llegado amenazas en forma de email, texto y dibujos de sogas en su puerta. Además durante sus acciones tienen que estar vigilantes ante los posibles ataques de los grupos neomachistas que están surgiendo en España. Hay uno de hecho, que comienza a ser incómodamente público, y aparece con frecuencia en los canales españoles, blandiendo pancartas que rezan: “Stop Feminazis”, asomando por  detrás de los reporteros callejeros.

El precio también es la falta de vacaciones, de tiempo libre. El trabajo también es para poder costear el activismo, el activismo lo acaba ocupando todo. Ve la Luz se autofinancia lo que me hace admirarlas aún más.

Mientras hablo con Gloria intento comprender cómo mi país puede tolerar una estadística que nos dice que hay más mujeres asesinadas a manos de sus parejas que muertos de ambos géneros a manos de ETA. Y seguir a todos los efectos sin hacer nada más allá de gestos meramente cosméticos, en forma de minutos de silencio, caras de preocupación y una línea de teléfono gratuita.

Me parece que muy poco o nulo es el esfuerzo que se está dedicando a solucionar la situación con la contundencia y urgencia que los altos números de víctimas nos reclaman. De hecho por lo que escucho a Gloria, parece que las pocas estructuras que en otro momento se crearon con ese fin han acabado por proteger más los intereses de sus empleados y los maltratadores que los de las mujeres maltratadas y sus familias.

Durante nuestra conversación me resulta evidente que el problema es mucho mayor de lo que anticipé.

Gloria me explica que para muchas mujeres la única opción es a menudo marcharse de España, pero añade tajante: “Para mí eso no es una opción, alguién se tiene que quedar y luchar, si nos vamos todas, esto no va a cambiar nunca”

De pronto Skype se corta de manera inesperada, sin que consigamos reconectar y dejándome con muchísimas preguntas más.

Supongo que las respuestas, de haberlas podido conseguir,  me hubieran llevado todas a la misma conclusión; España, un país que dejé hace más de 20 años sigue siendo, pese a las apariencias y los cambios, terriblemente machista, terriblemente corrupto y con poco o ningún interés en solucionar la crisis de la violencia de género. Actitudes muy comunes,  para nuestra desgracia, en todo el mundo hoy en día.

Me quedo con la alegría de que Gloria Vázquez y Sara Estrada participarán en la conferencia de FiLiA de este año en Londres, porque su valentía es contagiosa y me parece que valentía es algo que vamos a necesitar y en grandes dosis.